martes, 7 de julio de 2009

Pushkin: nada con moderación


“El que haya nacido en Rusia con sensibilidad y talento es una maldición” escribió en su última carta a su esposa el escritor que allanó el camino de una literatura nacional y provinciana a las cumbres de la literatura universal. Tolstoi confesó que la idea de Anna Karenina nació de un relato inconcluso suyo. Dostoievsky dijo una vez: “si Pushkin no hubiera existido, no habría habido escritores talentosos que emular”. Además de ser el mejor escritor ruso de su tiempo, fue editor (en Los Contemporáneos, que editara a partir de 1936 intentando paliar sus deudas) de algunos de los mejores cuentos de Nikolái Gógol. Sin embargo, el gran poeta no era muy agraciado y nada elegante en sus modales: medía un metro y medio, llevaba las uñas largas y era “tan feo como un simio”, así como pródigo en los excesos y bastante mujeriego. También era vanidoso y egocéntrico, tanto así que tenía una lista de las personas que lo habían insultado u ofendido donde anotaba la fecha en la que él, de alguna forma, se cobraba las ofensas. En una ocasión pasó toda la cena escupiendo las semillas de sus cerezas en la dirección en que se hallaba su enemigo.
Sus orígenes, en cuanto a su rama materna, eran bastante oscuros, al menos epidérmicamente. Su bisabuelo fue un príncipe etíope caído en desgracia siendo niño y “liberado” de la esclavitud por los rusos en Estambul. En Rusia adoptó el nombre cristiano de Abram Petrovich Hannibal, pues Pedro el Grande lo protegió y apadrinó (después de aceptarlo como regalo). Gracias al zar estudió ingeniería y se convirtió en militar. Su familia paterna era, como el mismo Pushkin solía decir, “el detritus de una aristocracia decrépita” que se remontaba 600 años atrás. Nacido el l 6 de junio de 1799 en Moscú, Alexander Sergeyevich Pushkin registró como su primer recuerdo, dos años después, el devastador sismo en la ciudad. En 1814 empezó a publicar, anónimamente, sus poemas, escritos en francés; a los 19 años ya había publicado una treintena de ellos. Sería el primer escritor ruso “profesional”, aunque sus retribuciones económicas no solían alcanzarle para su tren de vida.
En 1820 es exiliado por el zar al sur de Rusia. El mismo año se produce el arrollador éxito de Ruslán y Ludmila. Viaja al Cáucaso y a Crimea, lugares y atmósferas que marcarían sus obras sucesivas. Los críticos lo llamaban El Byron ruso; inspirado justamente en el Don Juan del autor inglés comienza a escribir Eugene Onegin, que concluirá ocho años después. Para 1824 La fuente de Bajchisarái era un rotundo éxito literario y comercial. Ese mismo año publica Los zíngaros, escrito entre borracheras, burdeles y desmanes de variada índole por los que fue mandado a Odesa en servicio militar. Tres años después, el nuevo zar lo perdona y vuelve a Moscú. A partir de entonces viviría bajo espionaje “informal”.
A los treinta años se veía viejo y exhausto. Pensando que el matrimonio le haría bien, se casó con una bella moscovita trece años menor que él; “mi amante número 113”, decía. Irónicamente, su esposa se convirtió en una de las favoritas en la corte del zar y sus coqueteos lo llevaban frecuentemente a los golpes. La frívola vida social de Natalia, el hecho de cada año tuviera un hijo y la manutención de sus parientes lo llevaron a endeudarse monumentalmente. Cierto día recibió una carta anónima en la que se le investía con “la selecta orden de los cornudos”, por lo que retó al barón Georges D’anthes (el supuesto cornante) a duelo. Éste le disparó en el estómago el 25 de enero de 1837. Pushkin murió dos días después. Tenía 37 años. El zar lo sepultó secretamente en un monasterio por temor a una revuelta el día de su funeral y pagó las deudas restantes del poeta. Natalia (a quien nunca se le comprobó adulterio, aunque “coqueteaba” con distintos nobles, incluido el zar) obtuvo una pensión y el supuesto amante fue desterrado del país. El poeta dejó inconclusa El negro de Pedro el Grande, novela histórica basada en su bisabuelo (y no albúr). Años después, el gobierno soviético alimentó la leyenda (leyenda nada más) de su pertenencia a los decembristas, obteniendo así el apoyo póstumo del camarada Pushkin.

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