martes, 7 de julio de 2009

Lewis Carroll: algunas maravillosas teorías sobre Alicia


Lewis Carroll (bautizado como Charles Ludwidge Dodgson y originario de Lancashire) dijo alguna vez: “Me encantan los niños (excepto los varones)”. Tomando en cuenta la infinidad de cartas escritas a sus jóvenes amigas (por lo común excelentes minificciones con un toque de ternura “gore”) y las fotografías que les tomó desnudas o semidesnudas, el perverso siglo XX y su hijo natural el XXI han dado a luz infinidad de libros, artículos, investigaciones y descarados debrayes sobre la personalidad extravagante del matemático, escritor y tartamudo fotógrafo (nacido el 27 de enero de 1832) y de posibles hechos perversos inmiscuidos en la génesis de Alicia en el país de las maravillas, escrita a su joven amiga Alicia Liddell, de diez años, nomás para entretenerla. Hasta el momento, el veredicto por pedofilia que pesa sobre el autor de uno de los mejores alucines literarios está sustentado en especulaciones y sospechas, y más de un ocioso ha protestado y escrito sendos libros defendiendo a Lewis.
Algunos de ellos afirman que en la época victoriana los desnudos infantiles no eran inusuales (se han descubierto seis; cuatro de los cuales han sido publicados). Creen que la ruptura con sus amigas a la pubertad revela a un hombre consciente de que la amistad entre un hombre adulto y una adolescente no era cosa correcta. Otros hablan de una “obsesión asexuada” hacia los niños. Como sucede con otros autores que se han colado a parnasianas alturas, la información respecto a usos, costumbres y algunos hechos importantes de su vida difiere de un investigador a otro (por ejemplo, el célebre mito de que era habitual consumidor de opio no tiene sustento; sólo se le ha comprobado el uso extensivo de cannabis). Hay evidencia que sugiere que sí mantenía relaciones íntimas con sus decrépitas exmodelos en edades posteriores a los dieciséis años. ¿Lo hacía antes? La defensa más telenovelesca de Lewis proviene de una británica que sugiere que el gran amor del maestro no era por Alicia Liddell, sino por su madre, Lorina, una bella mujer cuyo marido (reverendo) prefería a los caballeros. Su evidencia tampoco es contundente; se basa sobre todo en que Carroll solía incluir en sus plegarias un salmo relativo al adulterio y en la suposición de que las fotografías destruidas eran de mujeres adultas desnudas. Los diarios de Dodgson entre abril de 1858 y mayo de 1862 (la época en que más cerca estuvo de Alicia) fueron destruidos por sus herederos, y las páginas que hablan del rompimiento con la familia Liddell fueron arrancadas. Se supone que fue obligado a dejar de sostener relaciones pecaminosas con la madre de Alicia, pero el propio Carroll hablaba poco de “viejas” y bastante de niñas: “Confieso que no me gustan los niños desnudos en fotografías, siempre parecen necesitar ropa, mientras que uno difícilmente comprende por qué las adorables formas de las niñas tendrían que ser cubiertas.” Otros de sus biógrafos sugieren que era pedófilo, pero célibe, es decir, que sólo pecaba en pensamiento. En fin, cada vez son más disparatadas las hipótesis: hay una que aduce un trauma infantil por ser forzado a dejar de ser zurdo y hace diez años fue escrito un libro “revelando” la verdadera identidad de Jack El Destripador: Lewis Carroll, inculpado por sus propios anagramas y por la amplia imaginación de otro británico. Por cierto, ¿adivina usted quién tradujo al ruso Alice in Wonderland? Sí, el creador de la maravillosa nínfula ya cincuentona Dolores Haze: Vladimir Nabokov, que dijo una vez a Vogue Magazine: “Yo siempre lo llamo Lewis Carroll Carroll, porque fue el primer Humbert Humbert”. Ya lo presentía el propio Carroll en su célebre libro: “La sentencia primero; el juicio vendrá después.”

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