martes, 7 de julio de 2009

James Joyce: el triunfo de la escatología


En vida, Joyce labró su celebridad y gloria literarias con la exploración sin cortapisas de los deseos y obsesiones humanas. Su Ulises, descrito muchas veces como una “gloriosa obra maestra fallida”, es un libro clave para entender al hombre del siglo xx. A su gloria literaria siguió, tras su muerte, el morbo por su existencia, sobre todo a partir de que salieran a la luz unas cartas que mandara a su compañera Nora Barnacle en 1909 y que revelan su obsesión y gozo sexual asociado a la mierda. Y si parece rayana en la locura su afición por la mierda, lo es más el interés que ha generado a través del tiempo, en personas, claro, que anteponen otros motivos al puro y llano morbo. Desde los psicoanalistas, que han visto en ello un miedo a la “castración” del autor hasta los coleccionistas, uno de los cuales pagó 360 mil euros por una carta erótica escrita a Nora, la cantidad más alta pagada por una misiva escrita a mano del siglo xx.
James Joyce nació el 2 de febrero de 1882 en Dublín, y fue criado en una tradicional familia religiosa. Debido a ello las tormentas le causaban pavor, por representar un claro signo de la ira de Dios. Estudió con los jesuitas, a los que luego expondría salvajemente es su obra. En 1903, tras graduarse de la universidad, se instaló en París, pero debió regresar a Dublín tras la muerte de su madre. A raíz de esta pérdida se convirtió en un paria de tiempo completo, viviendo de préstamos y, en ocasiones, de sus habilidades como cantante (era tenor). El 16 de junio de 1904 conoció a Nora Barnacle, y es por ello que eligió esta fecha para situar la trama del Ulises. Por entonces, además de cultivar sus habilidades de perdulario, se dedicaba disciplinadamente a beber hasta perderse, deporte que no abandonaría nunca. Años después, cuando ya era “un autor”, su mujer le reprochaba su afecto al destilado. “Bien, aquí llega James Joyce, el escritor, otra vez borracho, con Ernest Heminway.”
Cansado de su suerte en Dublín, partió con Nora al continente, donde puso a prueba otra habilidad: la de vivir haciendo el mínimo esfuerzo para ello. Aunque dio clases de inglés, su verdadero oficio fue el de vividor; así, convenció a su hermano para que dejara Dublín y trabajara como profesor en Trieste. Cuando Stanislaus finalmente llegó a mecenear (sin querer) a Joyce, se encontró con que su hermano era poco ahorrativo, poco trabajador, pero un exhaustivo catador de vinos. También fue en Italia donde desarrolló varias costumbres extravagantes, como la de hablar únicamente en italiano en su hogar. En 1907 comenzó a presentar síntomas de iritis, que con el tiempo lo dejaría ciego. Durante este tiempo escribió los relatos de Dublineses, que publicó en 1914. En los años siguientes, y mientras escribía y publicaba por entregas Ulises en The Egoist, Joyce siguió dando clases, y recibiendo ayuda de su amigos, como Pound, Yeats, H.G. Wells, y de su editora, Harriet Weaver. A esta lista se agregaría después una acaudalada mujer que le hacía un depósito mensual.
Durante todo este tiempo siguió su relación con Nora, un poco sorprendido por la indiferencia, e incluso aversión, que ésta dedicaba a sus libros. Llegó a afirmar que ella constituía una excepción entre sus relaciones, pues, mientras que las otras personas con las que trataba se veían influenciadas por él, ella no recibía contaminación alguna de su parte. Mientras ella no lo veía, por otro lado, él perseguía mujeres jóvenes. Decía que si se permitía alguna limitación en ese aspecto, representaría su muerte espiritual. Cuando su hermano fue liberado en Italia del campo de presos en que estuvo toda la guerra, volvió a pelar con “Jim”; esta vez porque éste no le dedicó Dublineses, como había prometido. En 1921, instalado en París, publicó completo el Ulises, que le acarrearía gloria literaria. Después de leerlo, Carl Jung dictaminó que Joyce era esquizofrénico, igual que su hija Lucía, pero con capacidades emocionales e intelectuales suficientes como para vivir (y triunfar) con ello. Murió el 13 de enero de 1941, a raíz de una úlcera perforada. Un sacerdote intentó convencer a Nora de realizarse una misa católica, pero ésta se negó, demostrando lealtad al que hiciera de ella la musa de la escatología.

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